She was just seventeen.

Bueno, tengo 17 años. No me siento muy diferente a lo que me sentía el 22 pero si entendí que hay ciertas cosas que cambiaron. Mis prioridades cambiaron y de forma increíble. No es que me sorprenda porque desde mayo para acá toda mi vida cambió y era de suponer que eso iba a influir en mi personalidad. Digo que cambiaron de forma increíble porque fue un cambio radical. Mis intereses, mi forma de ver las cosas, la manera en que las vivo y, sobre todo, la manera en que siento lo que me pasa. Creo que nunca me sentí tan conectada con esa parte sensible de mí misma. O tal vez simplemente se debe a que estuve negando por mucho tiempo mis emociones, ocultándolas como si fueran algo malo y ahora todo vuelve, sale a la superficie con el doble de fuerza. Cosas que antes me parecían estúpidas dejaron de serlo y cosas que parecían ínfimas se potenciaron hasta límites insospechados. Todavía me cuesta manejarlo. Me siento como si fuera un manojo de emociones contenidas que pujan por salir y en esa lucha se mezclan, se combinan y me vuelven loca. ¿Dónde empieza uno y dónde termina el otro? Se me hace muy difícil compatibilizar sentimientos tan distintos y contrapuestos que fluyen con el mismo nivel de intensidad. Es una pelea constante dentro de mí misma. Y ayer ese debate interno fue todavía peor. Creo que no perdí la cabeza porque estaba con dos de las personas que más me importan y eso mantuvo mis pies sobre la tierra. Fue un cumpleaños muy raro. Quizás hasta demasiado. Me faltaba algo, o mejor dicho, alguien. Pude bancármelo pero al final de cuentas, eso seguía ahí. Como dije, fue raro. Y encima tengo 17. Se me va la maldita, maldita vida. Llega 5º, Bariloche y tantas otras cosas. Va a ser un año raro, lo presiento.

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