-Confío en ti- le aseguré-, pero no en mí.
-Explica eso, por favor.
Ralentizó el ritmo hasta limitarse a andar- sólo me di cuenta porque cesó el viento- y supuse que no debíamos de estar lejos de la casa. De hecho, me pareció distinguir en medio de la oscuridad el sonido del río mientras fluía en algún lugar cercano.
-Bueno...-me devané los sesos para encontrar la forma adecuada de expresarlo-. No confío en que yo, por mí misma, reúna méritos suficientes para merecerte. No hay nada en mí capaz de retenerte.

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