Ella sentía. Ella veía al mundo como un doloroso paraíso. Ella volaba en sus sueños, llenádose de ilusiones y de anhelos. Ella amaba. Amaba las cosas simples de la vida, esas cosas tan pequeñas que parecen insignificantes pero que hacen de nuestra existencia algo sublime. Ella sentía. Sentía cosas que no entendía pero ella sabía que hay veces en las cuales es mejor sentir que pensar. Ella vivía. Vivía atada a miles de miedos, a inseguridades que condenaban su alma. Pero ella también vivía feliz. Vivía feliz sabiendo que podía cambiar el mundo porque ella sabía que hay veces en las que la más tímida sonrisa pueden sanar el alma más enferma.

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