Era tan obvio que me sentía una tonta por no haberme dado cuenta antes. El brillo del sol, la profundidad de la noche, el resplandor de las estrellas. Todo tenía sentido. El equilibrio volvió a mí. ¿A quién le importaban mis problemas si estaba en sus brazos? Todo parecía posible. No necesitaba nada más. ¿Para qué pedir más si con tenerlo a él alcanzaba? Todo mi ser deseaba poder quedarme ahí, junto a él. No importaba nada más. Era todo tan perfecto, tan genuino, tan real. Era uno de esos momentos en los que el tiempo se detiene, y el mundo queda atrás.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario