Todavía me cuesta manejar todo esto que me pasa. A veces siento que es demasiado inmenso el sentimiento para mi pobre y confundida cabeza. Y adoro que sea así porque prefiero que me maneje mi corazón antes que mi mente. Me gusta esta nueva versión de mí (por así decirlo). Menos racional, menos incrédula, más sentimental (sí, es la hora de reconocerlo), más abierta. Me siento más conectada con mis sentimientos. Eso tiene sus desventajas, claro está pero aun así yo lo veo como un precio a pagar. Una de cal y una de arena (aunque no estoy segura de cuál es la buena). Todo me pega muchísimo más, sobre todo las desilusiones (y yo ODIO las desilusiones). Sin embargo, gano más de lo que pierdo. A la hora de poner lo bueno y lo malo en la balanza, las cosas buenas superan a las malas y por amplio número. Y eso es lo que importa.
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