¿Quién dijo que el amor era fácil?
Miro tu foto y sonrío. Entonces, la guardo rápidamente y me enojo conmigo misma por torturarme de esa forma. Me levanto de la silla y me vuelvo a sentar. Miro tu foto, otra vez. Me pregunto qué estarás haciendo y suspiro con un dejo soñador. Vuelvo a guardar la foto y salgo corriendo de mi habitación.
¡Qué confusos pueden ser los sentimientos! Es como si estuviera atrapada en un trampa placentera, de la que me quiero escapar pero a la vez deseo quedarme. Ansío tener esperanza de que algún día esta locura tenga coherencia y al mismo tiempo rehuyo aterrada de esa maldita devoradora. Porque podrían torturarme de mil formas pero nunca igualarían el dolor de las esperanzas vanas. ¿Cuántas veces puede romperse un corazón y volverse a recuperar? ¿Cuántas veces puede un alma soportar el martirio de la desilución? ¿Cuántos remiendos tendré que hacerle a mi corazón cuando esto acabe?
Y, aquí estoy yo, escribiendo estas líneas. Nada resta ya, solo mi continua frustación y las cicatrices en mi alma. ¿Que ironía, verdad? Bueno amigos, les presento al amor.
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